El SIBO y la histamina

La histamina es como el perro del hortelano, que ni come, ni comer deja. Reconozco que llevamos una relación de amor-odio. Me gustaría eliminarla por completo de mi vida pero sin la histamina muchos mecanismos del cuerpo no funcionan. Así que me siento con ella, la escucho y la dejo que me cuente sus penas en forma de síntomas en la piel, en la respiración, en las mucosas… Es una especie de relación tóxica: cuanto más se desahoga ella, peor me siento yo.

La histamina y la alergia al polen 

Mi primera noticia de que en el cuerpo existe esta amina, hista para los amigos, ocurre cuando, allá por el 2005, me hacen mis primeras pruebas de alergia al polen. Yo nunca había tenido alergia al polen hasta que me fui un año a vivir a Múnich.

Al volver a Madrid, no podía parar de estornudar y en primavera lo pasaba fatal. Así que me hicieron pruebas y di positivo a montones de árboles, gramíneas y no sé qué cosa más. Me recetaron un antihistamínico, un spray para la nariz y unas gotas para los ojos. Con eso ya estaba apañá.

Recuerdo que al empezar con el antihistamínico me encontraba mal. Me causaba un efecto secundario algo extraño: cuando estaba por la calle, tenía la sensación de que iba todo muy lento a mi alrededor, como si tuviera la mente nublada, casi como si acabara de salir de una anestesia.

Se lo comenté a la farmacéutica de mi barrio, se rió de mí y me preguntó que si no me había equivocado de pastilla y me había metido otra cosa para el cuerpo. Muy graciosa ella, sí. Pero no. No me había metido nada más para el cuerpo que el puñetero antihistamínico.

Lo toleré más que más una temporada pero dos o tres primaveras más tarde decidí que solo iba a utilizar las gotas y el spray para la la nariz que no me ayudaban tanto pero me calmaban los estornudos. Durante unas vacaciones en Italia, donde me dio un ataque de alergia al polen repentino, me costó hacer entender al farmacéutico del pueblo con mi italiano macarrónico que no quería pastillas, solo un spray per favore, che la medicina mi fa male.

Parece que los antihistamínicos tienen muchos fans en el mundo sanitario pero desde el año pasado para mí es el enemigo público número uno y tiene prohibida la entrada en mi casa. 

La anarco-histamina 

Como te decía, mi relación con la histamina es extraña. En cuanto me dan un remedio que regula la histamina, aunque sea natural, me echo a temblar, porque no me suelen ir bien. Es empezar a tomarlos y noto cómo la piel se enrojece o me causa problemas respiratorios, tirantez en la nariz, dolores de cabeza, cansancio, me da flojera…

Si dejo a la histamina a su libre albedrío, poco a poco mi cuerpo la regula y los síntomas se suavizan. De ahí deduzco que mi histamina es anarquista. No le gusta que la dominen ni que le digan cómo de llena puede estar una célula ni qué síntoma puede provocar, estaría bueno. De hecho, muchos alimentos considerados como liberadores de histamina a mí no me hacen tanto desarreglo o ni siquiera noto diferencia con otro tipo de comida.

Es cierto que me oriento mucho por las listas de alimentos que son recomedados en caso de intolerancia a la histamina, pero no solo la comida me genera síntomas y reacciones alérgicas.

La histamina y la carne

Sin embargo, durante muchos meses sí que pensaba que la histamina era la única culpable de todos mis males. Y durante esos mismos meses solo me alimentaba de carne. Oh, tragedia. 

La carne suele dar problemas sobre todo si no es fresca o si se recalienta. Así que eso me dio mucho trabajo porque el ritual para hacer un simple filete de pollo era para grabarlo: pon la sartén, pero con muy poco o nada de aceite, (durante un tiempo tampoco toleraba ningún aceite), saca el pollo corriendo de la nevera y échalo a la sartén como si fuera una granada de mano para que no pase ni un segundo desde que sale de la nevera y cae en la sartén. Nevera que no puede estar a más de 4 grados y cuida que desde que compras la carne hasta que llegas a casa no se rompa la cadena de frío. Y ojo con que el filete de pollo tarde más de 15 minutos en hacerse, que entonces más histamina acumula, porque la histamina es como la energía, ni se crea ni se destruye, solo se transforma… en síntoma. Para acabar, no se te ocurra dejar sobras porque la histamina se acomoda en los restos de comida y se expande como el mismo universo.

¡Aaaaaaaaah! Esto me volvía loca, sobre todo con los tiempos de cocción. He llegado a comer filetes que hasta un puñetero perro hambriento rechazaría por cumplir todos esos requisitos infernales. 

Un día me harté y busqué una solución: me compré un horno de convección* de sobremesa. Este horno tiene entre otros un programa que calienta a una temperatura óptima para que un filete se haga vuelta y vuelta en unos diez minutos. Con este aparato gané en salud, pero sobre todo en salud mental. 

Desde entonces lo utilizo mucho, las chuletas de cordero en el horno quedan estupendas y el pollo asado sale también muy bueno. La ventaja es que también tiene un microondas integrado que me vino bien porque no tenía y ya mataba dos pájaros de un tiro. 

Si tienes que cocinar teniendo en cuenta la producción de histamina, olvídate de todo lo que sea cocción lenta. Busca para tu cocina aparatos que te ayuden a cocinar lo más rápido y limpio posible. A mí el horno me solucionó bastante la vida, pero quizá otros aparatos como una Airfryer* también te ayudan.

Por suerte, con el tiempo se fue relajando la situación y pude extender los tiempos de cocción sin ir a contrarreloj y sin guarrear mil cacharros en la cocina.

La histamina y la mastocitosis

En el post sobre el Burning Mouth Syndrom te cuento cómo un antihistamínico me hace empeorar el SIBO y el Leaky Gut. De la noche a la mañana pasé de tener intestino permeable a despertar una enfermedad autoinmune que se escondía latente, agazapada en mi sistema inmunitario y que aún no tengo bajo control. Esta enfermedad está muy vinculada a la histamina y le dan el nombre de mast cell activation syndrom o mastocitosis.

Imagino que este síndrome, uno más para la colección, me acompaña desde hace muchos años. De hecho, lo asocio a una cosa muy simple como son las picaduras de mosquitos. Hubo una época en mi vida en la que, por algún motivo, las picaduras de insectos se me ponían enormes. Lo que para algunas personas es un puntito rojo en la piel, en mi caso era un bulto enorme que a veces hasta me impedía andar si es que la picadura era en la pierna. 

El año pasado volví a experimentar algo similar: en verano me picó algún insecto en la pierna y no solo me salió un bulto sino que se me puso un gran moretón alrededor que me llegaba desde el tobillo hasta la mitad del gemelo.

Otro síntoma que no tenía antes de tomar el antihistamínico era la alergia a los productos de higiene. Pocos días antes de tomar el antihistamínico maligno, me había hecho una limpieza facial y probé unos cuantos productos nuevos sin ningún tipo de reacción alérgica. Después del episodio con el antihistamínico, los productos del día a día me daban reacción alérgica y con un poco de crema facial se me ponía la piel roja como un tomate.

Tampoco toleraba los olores de determinados jabones. Un amigo me recomendó que probara un jabón muy puro hecho a base de aceite de oliva. Cuando lo recibí, al abrir el paquete y oler el jabón, empecé a notar cómo me faltaba el aire y me costaba respirar. Empaqueté el jabón corriendo, lo asfixié con una bolsa de plástico y lo dejé todo lo lejos de mi alcance que pude. Al final tuve que regalar el jabón porque casi me muero solo de olerlo.

Mastocitosis y esperanza

En resumidas cuentas, el medicamento que me tomé para inhibir la histamina secuestró un sistema de defensa de mi cuerpo y dio rienda suelta a un abanico muy amplio de reacciones alérgicas muy impredecibles. Y no solo eso, apareció a su vez un miedo y una preocupación existencial que no conocía con la que convivo desde entonces.

Los expertos dicen que este síndrome no tiene cura pero que se pueden aliviar los síntomas con un tratamiento desde el momento que te lo diagnostican. Mi diagnóstico es algo baladí porque vuelve a venir del doctor Google, pero por lo que he leído e investigado, todo encaja.

En este punto quiero llevar la contraria a los que dicen que no tiene cura porque veo que me voy recuperando. Soy una optimista nata. Bueno, no siempre. Pero lo cierto es que, poco a poco, voy introduciendo productos de higiene y veo que no me hacen reacción. Cada vez tolero más alimentos, me noto con más energía y de mejor humor. Hasta me queda ánimo para escribir este blog. 

Si estás en una situación similar, no dejes que un diagnóstico te paralice. El diagnóstico es como las notas del cole, te dan una valoración pero eso no es equivalente a todo lo que sabes y puedes hacer. Qué va. Me explico, el diagnóstico es necesario, te ayuda a encontrar un marco para entender tus dolencias, pero no solo eres una enfermedad. Eres mucho más. Tu cuerpo es sabio y tú te conoces mejor que nadie. Cuida esa voz interior que siempre mira por ti y fíate de tu intuición. Con la ayuda de un buen o una buena profesional de la salud, vas a mejorar y en un tiempo hasta te vas a reír de tus miedos. ¡Ánimo! 

Ah, ¿quieres leer algo gracioso? Desde que sigo la dieta FODMAP y como todo sin gluten, ya no tengo alergia al polen. ¿Qué te parece? Curioso, ¿verdad?  De esto te hablaré en más detalle en mi post sobre las alergias. Hasta entonces, ¡que la microbiota te acompañe!

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