Para qué nos vamos a engañar, nadie quiere estar a dieta. Yo la primera. Sin embargo, desde siempre me acompaña este antipático concepto que te priva de las delicias de la vida, de la comida basura y del soul food. De todo lo rico y de todo lo que engorda, en resumidas cuentas. Con la llegada del SIBO y el Leaky Gut a mi vida, hacer dieta ha alcanzado una nueva dimensión con la que no contaba para nada.
La antidieta para el intestino
A lo largo de mi historia he pasado por unas cuantas dietas. Vengo de una familia con tendencia a engordar y a tener las tiroides reguleras, así que te puedes imaginar cuántas noches en mi vida he cenado una ensaladita y un filete de pollo a la plancha, lo más lejano al food porn que puede haber.
Con el tiempo, fui además desarrollando mis rarezas y a volverme más especialita con las comidas. Hubo una larga época en la que estuve muy cerca de ser vegetariana. Y digo muy cerca porque de vez en cuando me comía una hamburguesa o tomaba algo de pescado o marisco. Para esto encontré el nombre de flexitariana. Una vegetariana que coquetea con el beef y el fish, pero solo si son fetén.
Era muy fan del aguacate, del couscous, de la quinoa, de los frutos secos y pipas variadas, del falafel… ¡Oh, el falafel! Daría medio intestino delgado por volver a comer un falafel chorreoso de aceite en Sternschanze, aquí en Hamburgo. Pero que fuera semivegetariana no quiere decir que comiera sano, nada de eso. El falafel chorreoso ya te habrá dado una pista.
Algo que me vuelve reloca son las pizzas. Y las patatas fritas. Y cenar en el griego de la esquina con dos Ouzos de despedida. Y… el café. Maldito vicio moreno que me hierve en las venas y que llevo sin probar desde hace más de un año. ¡Café, vuelve a mí, te lo suplico! Y ya hablaremos más adelante de los dolores de cabeza, la acidez estomacal y los temblores a causa de la cafeína.
SIBO, mea culpa
Entono el mea culpa y me confieso sibolinamente: tomaba bastantes galletitas y tartitas. Un bollito y un café con leche a media tarde, eso sí que es soul food, no como tú, triste filete de pollo a la plancha. Pero la cosa no se queda ahí. El gluten era mi mejor aliado. O, como lo llamamos en mi grupo de amigos, era una fiel adepta a la dieta de la harina.
A todo esto se suma el tener un vecino que cocina como los ángeles, le gusta repartir sus pastelitos y a mí me encantaba comérmelos. Era un trabajo en equipo ideal. Con eso todos felices. ¿Todos? Mi intestino desde luego no.
De hecho, mi intestino alzaba la voz e intentaba hacerme entender las cosas que no me sentaban bien como la fritanga, los lácteos, luego la cerveza, el vino, el cava, los cócteles, el pan blanco, la miel, la estevia, el café, los bollitos…
Y yo ahí, la la la, me hago la longuis y sigo a lo mío. Después de cada café, un par de pastillas de la droguería para calmar el ardor de estómago. Después de cada festival harinoso, digestiones pesadísimas y eternas.
Así hasta que el cuerpo se empezó a inflamar. Y empecé a engordar sin poder adelgazar, daba igual el deporte que practicara o lo estricta que hiciera mi dieta… con ese maldito filete de pollo mirándome a los ojos y burlándose de mí como diciendo malicioso: ¿qué te creías, que no nos íbamos a volver a ver?
Un día mi intestino se hartó y explotó. Se rasgó las mucosas con ira y se empezó a juntar con los chungos del barrio, las bacterias del intestino grueso. Esas con las que no quieres mucha broma, que ves en una esquina por la noche y cambias de acera porque sabes que siempre andan metidas en alguna mierda.
Con ese tipo de amistades empezó a codearse mi intestino delgado. Dime con quién andas y te diré quién eres: un intestino permeable plagadito de SIBO e IMO. Y, de la noche a la mañana, tuve que dejar de comer.
De la dieta del calabacín a la dieta carnívora
Ya te he hablado del antihistamínico infernal que me causó un desastre nuclear en ese ambiente tan tóxico. Si mi intestino delgado ya se rodeaba de las bacterias indebidas, el antihistamínico terminó por darle el empujoncito final para crear un suburbio con bacterias pandilleras, una hecatombe intestinal de la que estoy intentando salir desde hace meses.
Las primeras semanas reaccionaba a todo. Cualquier cosa que comiera me inflamaba la lengua, me ponía la piel roja, notaba que me faltaba el aire… Descubrí que mi cuerpo toleraba el calabacín y me alimenté a base de calabacín cocido por la mañana, tarde y noche durante una semana.
En esa semana iba haciendo pruebas: un poco de lechuga, mal. Un poco de huevo, mal. Un minitrozo de pan, fatal. Unas pocas acelgas, peor. La lengua me picaba y se inflamaba. A los pocos días el calabacín me empezó a traicionar y también me ardía la lengua con él. Así estuve esa eterna semana hasta que volvió mi marido de viaje y se encontró en casa un ser desnutrido, desesperado y asustado.
Casi más asustado que yo, se fue a la carnicería, me trajo un filete de pavo y, ¡oh, maravilla! El pavo me sentaba bien. Cuánto les debo a las aves de corral, hasta el filete de pollo me lo comía con alegría después de aquella espantosa odisea. No solo me reconcilié con el pollo, sino también con el mundo animal que habita en la carnicería.
Desde entonces, no hay semana que no coma carne, ya sea ternera, pavo, pollo o cordero. De hecho, durante casi dos meses solo me alimentaba de eso. ¿Por qué? Porque todo lo demás me generaba reacciones alérgicas o me robaba la poca energía que tenía. Y, por otro lado, de todos los médicos que visitaba ninguno me sabía ayudar ni aconsejar. Incluso diría que me desviaban más del camino diciéndome que tenía unas alergias que no eran ciertas. Pero de esto ya te hablaré en otro post.
La nutricionista, el SIBO y la dieta FODMAP
Y llegó el día en el que visité a una nutricionista. En el periodo de dos meses ya había adelgazado alrededor de 20 kilos, me encontraba débil, desmoralizada y sobre todo muy perdida y con mucho miedo. No es que la nutricionista fuera especialmente empática, más bien lo contrario. Me echó una especie de bronca por hacerme pruebas por lo privado que, según ella, no servían para nada.
Se negaba a tratarme porque decía que no tenía un diagnóstico en condiciones hasta que insistí y le dije que me diera una dieta para el dichoso Reizdarm o intestino irritable, que era lo que ponía en los miles de papelotes que llevé a la consulta y por los que pagué un dineral, todo quede dicho. Y ahí me lanzó dos términos de soslayo a los que me agarré como a un clavo ardiendo: SIBO y FODMAP.
Salí de la consulta cabreada como una mona y con montones de fotocopias de una tal dieta FODMAP. Esto no se acercaba para nada a lo que me imaginaba que iba a ser la consulta con una nutricionista. No fui a muchas citas más, quizá llegué a hacer tres visitas, pero sí debo reconocer que la nutricionista me impulsó para que perdiera el miedo y empezara a probar alimentos basándome al menos en el marco de la dieta FODMAP. Y esto funcionó pero no muy bien.
FODMAP, la reina de las dietas
La dieta FODMAP es la dieta comodín que te van a recomendar el 99,9% de los terapeutas que visites y les cuentes tus problemas intestinales. Por una sencilla razón, es muy socorrida porque elimina todo alimento que pueda llegar a fermentar en el intestino delgado y sirva como alimento a las bacterias pandilleras de las que te hablaba antes.
Esta dieta viene del reino de los koalas y los canguros: desde Downunder nos regalan la dieta FODMAP la buena gente de la Monash University que llevan años y años estudiando y analizando intestinos podridos como el tuyo y como el mío y formando a especialistas en el ámbito gástrico a escala mundial.
Es decir, esta dieta no sale de la nada, tiene una base científica sólida y se ha probado en multitud de pacientes, yo entre ellos. En resumen, no son unos mindundis que te quieren vender la moto. Ahora, ¿es la dieta FODMAP el santo grial para la sanación intestinal? No, rotundamente no.
La dieta FODMAP es un excelente punto de partida para empezar a atajar problemas intestinales. La puedes probar en casa sin problemas durante un par de semanas adecuando los alimentos a tus necesidades y evitando aquellos que te den alergia.
Si buscas en Internet, vas a encontrar miles de enlaces a listas de alimentos permitidos y desaconsejados, no los llaman prohibidos porque suena más pecaminoso y tentador. Aquí te dejo un ejemplo. Pero como este hay muchos más.
Ahora bien, la dieta FODMAP tiene sus limitaciones y triquiñuelas sobre todo si tienes SIBO y reacciones alérgicas, como sucede en mi caso. En cuanto empecé a probar alimentos permitidos pronto me di cuenta de que solo por ser permitido no significa que sea inocuo.
Siguiendo los consejos de la nutricionista, que me animó al libre albedrío de los alimentos permitidos, elegí como primer candidato un poco de trigo sarraceno, que me pirria. Pero craso error.
Lo que omite la dieta FODMAP es la cantidad de antinutrientes de los alimentos como oxalatos y salicilatos y tampoco contempla los liberadores de histamina. Esa es la trampa de esta dieta. Y el trigo sarraceno, para tu información, es una fuente excelente de oxalatos. Y aquí empieza una nueva odisea.
SIBO Bi-Phasic Diet, la dieta hermanastra de la dieta FODMAP
Como me quedé mosqueada con la dieta FODMAP y ya tenía en mi poder el término SIBO, consulté de nuevo al Doctor Google y, una vez más, me llevó de manera infalible al resultado que estaba buscando: la SIBO Bi-Phasic Diet.
Esta dieta la creó la Doctora Nirala Jacobi, una médico estadounidense especialista en SIBO que cuenta con 20 años de experiencia en el ámbito digestivo. La lista de alimentos te la puedes bajar desde aquí de forma gratuita.
Cuando la ves de primeras parece muy similar a la FODMAP. Pero si te fijas un poco más de cerca verás que es mucho más restrictiva. La segunda diferencia es que está estructurada por fases. De esta forma te ayuda a ir introduciendo alimentos al pasar unas semanas siguiendo unas pautas con cantidades y tipos de alimentos.
Una tercera diferencia es que esta dieta tiene en cuenta los alimentos que pueden causarte problemas con la histamina. Por tanto, te ayuda a visualizar con más claridad qué comer y qué evitar. Punto para la SIBO Bi-Phasic Diet.
Durante unas semanas seguí a pies juntillas las indicaciones de alimentos en la SIBO Bi-Phasic Diet y fui poco a poco notando mejoría. La única desventaja en este caso es similar a la dieta FODMAP: los antinutrientes como los oxalatos y los salicilatos que generan reacciones alérgicas no se tienen en cuenta. Pero fue un buen comienzo para volver a comer más cosas y saber qué cantidades son recomendables cuando tienes SIBO.
En resumen, esta es una estupenda dieta trampolín antes de saltar a la FODMAP si tienes SIBO.
El festival de las dietas
Tanto la dieta FODMAP como la SIBO Bi-Phasic Diet pueden ayudarte a combatir tus molestias digestivas. Pero dietas hay tantas como intestinos, para todos los gustos y colores. Solo por mencionar unas pocas:
- Dieta AIP
- Dieta Carnívora
- Dieta Paleo
- Dieta Keto
- Dieta Dukan
- Dieta vegetariana
- Dieta vegana
- Dieta básica
Todas estas dietas excluyen demasiados tipos de alimentos, así que no te recomiendo que pruebes ninguna. Antes de empezar con cualquier dieta deberías hacerte un buen chequeo y ver cuál es tu base de partida. Con el soporte de una terapeuta o nutricionista, seguro que cualquiera de estas dietas tiene muchas ventajas. Pero si las haces por tu cuenta y la cosa se alarga, corres el riesgo de enfermar.
Antes de empezar con cualquier dieta que pretendas seguir a largo plazo, asesórate bien y ponte en buenas manos.
Espero que mi experiencia pueda ayudarte y encuentres la dieta que mejor se adapte a ti y a tu SIBO. Como siempre, escucha tu voz interior y confía en la sabiduría de tu cuerpo. ¡Que la microbiota te acompañe!
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