El SIBO y los viajes

Antes, todo esto era microbiota…

No te voy a engañar, viajar con SIBO es mucho menos relajado que cuando tienes tus intestinos sanos o medio sanos. A día de hoy también me pregunto quién tiene los intestinos sanos del todo, pero eso da para otro post entero.

Mi principal reto en los viajes es cómo me organizo el día. Antes del SIBO o a.d.S. mi plan en los viajes era bastante espontáneo. Que el hotel no tiene desayuno, pues no pasa nada, algún café o bar habrá cerca donde hacer un brunch o desayunar unas tostadas y un café.

Empezábamos nuestra ruta, visitábamos lo que nos habíamos propuesto para el día y cuando nos daba hambre, parábamos en algún restaurante, chiringuito o bar de mala muerte y nos dejábamos mimar por la gastronomía local o salíamos espantados por la comida de dudosa calidad.

Lo mismo para la cena, si es que nos daba el presupuesto. A veces, nos apetecía más comprar una ensaladita, pan, fiambre, queso y fruta en algún supermercado y cenar en la habitación del apartamento u hotel donde nos alojáramos. Ah, y por supuesto siempre había una parada obligatoria para tomar uno o dos cafés y probar algún dulce regional o un pastelito. Qué tiempos. Si estás en esta fase y tu SIBO aún te lo permite, aprovéchalo y disfruta de la vida y de las comidas ricas.

SIBO to go

Ahora es bastante diferente. Empiezo por el tema del transporte. Creo que he utilizado muchos de los transportes de aire, tierra y mar desde que tengo SIBO y Leaky Gut. Depende de la duración del viaje, organizo la cantidad de comida que creo que voy a necesitar y me pongo manos a la obra con mi plan de no pasar hambre si estoy viajando. Soy virgo, me gusta planificar y soy terriblemente estructurada, por lo que no me cuesta hacerme un croquis de comidas, pero lo cierto es que con el tiempo he aprendido que mis planes no son infalibles, que los aviones pueden tener varias horas de retraso y que llevar un par de cosillas más para picotear en la maleta nunca vienen mal.

Cuando hacemos viajes largos en tren o en coche, nos llevamos para el camino la comida en termos. Un invento muy dominguero del que ya no me puedo desprender. Para ir bien preparada, me llevo la comida hecha de casa, los cubiertos, unas servilletas, unas botellas de agua y algo de postre.

El menú del tren suele ser pasta sin gluten con carne picada, salsa de tomate, o una salsa hecha con quark sin latcosa, aceite de oliva y orégano y por encima de la pasta algo de parmesano rallado. Con eso nos apañamos bien y la comida suele estar bastante caliente todavía cuando empezamos a comer. De postre me llevo unas galletitas sin gluten estilo Shortbread* o me unto en casa unas tortitas de maíz con mantequilla y alguna mus de frutos secos, como la de macadamia que es mi preferida.

Al principio del SIBO compré por recomendación de un familiar unos termos de la marca Esbit*. Este familiar siempre se lleva la comida de casa para el trabajo y le gusta que la comida esté caliente cuando se la va a tomar, así que me orienté por él y me pedí dos termos. 

Mi intención era más bien encontrar un termo rectangular y que mantenga el calor tanto como los termos de Esbit*, pero o el invento no existe o yo no soy capaz de dar con ellos. Hice unos cuantos pedidos por Amazon para ver diferentes modelos. Había uno que lo podías conectar al mechero del coche y te calienta o te cocina la comida, pero cuando lo vi en vivo y en directo no me entusiasmó demasiado y lo acabé devolviendo sin haberlo utilizado.

Había otros recipientes muy monos de estilo japonés con bandejitas metálicas divididas en varios compartimentos pero que no conservaban el calor. También pedí unos termos que tenían varios recipientes acumulables en diferentes alturas, pero eran difíciles de sacar y de manipular. Si conoces algún termo rectangular que mantenga calentita la comida, mándame la referencia. Te estaré agradecida de por vida.

Abróchense los cinturones, ¡despegamos!

Cuando se trata de volar, el asunto se vuelve más complejo. Hasta ahora he volado un par de veces desde que tengo SIBO y empecé con viajes cortos de una hora y media. Luego con vuelos de tres horas. Después con vuelos con escala que te hacen estar casi todo el día fuera de casa. Esto conlleva el inconveniente de que no te puedes organizar con las comidas de la misma manera.

Cuando no tienes reacciones alérgicas, es más fácil que aquí o allá encuentres algo que puedas comer o bien en el aeropuerto, o bien de camino. Pero cuando andas delicada y con miles de miles de miedos por las posibles reacciones, no te arriesgas a probar nada que no haya pasado por tu escrutinio o haya sido cocinado por tus amorosas manos. 

En el aeropuerto los controles de seguridad son muy pesados, y depende del aeropuerto desde donde viajes serán más o menos estrictos con lo que llevas en el equipaje de mano. Por eso para los viajes en avión no me llevo los termos de Esbit, en este caso tiro de tuppers de plástico*. No es que me emocione llevar la comida fría y en plástico por media Europa, pero te dará menos dolores de cabeza y no tendrás que pelearte en los controles, ni explicarles que solo llevas unas tristes patatas cocidas. 

Otra dificultad de los viajes en avión es que muchas veces te hacen entregar la maleta de mano si no les viene bien o hay muchos pasajeros que vuelan sin facturar. Iberia son especialistas en generarte enfados innecesarios, y las compañías lowcost ya ni te cuento. Ya me he llevado un berrinche por tener que entregar mi equipaje donde llevaba todas mis medicinas, alimentos y otros tantos cacharros que necesitas si estás de viaje. Seguro que ya sabes a qué me refiero, a los miles de porsis: esto por si me pierden la maleta, esto por si me da hambre, esto por si me aburro…

Por eso, para los viajes en avión te recomiendo que no lleves maleta de mano. Si te obligan a facturarla, te darán más de un quebradero de cabeza y te llevarás un mal rato a lo tonto. Mejor viajar con mochilas*. Eso sí, son algo más incómodas, pero las compañías no suelen poner tantas pegas porque la gente lleva aparatos electrónicos que no quieren facturar y, por otro lado, las puedes colocar debajo del asiento delantero y no quitan espacio en los compartimentos superiores. Así que para el avión, tira de mochila, las medidas para las mochilas de los aviones las encuentras por ejemplo aquí.

Viajar cuando tienes SIBO, qué llevar de viaje con SIBO y Leaky gut

SIBO en la maleta

Para los viajes de fin de semana largo o puentes he desistido de llevarme la maleta de mano, porque al final acabo añadiendo también una mochila, bolsas con más trastos y comida y me veo al final cargada como una mula. Así que me suelo llevar la maleta mediana de Samsonite*. Es muy ligera, vacía no llega a pesar más de 2 kilos y dentro cabe bastante.

Esta misma maleta la uso también para viajes más largos y me está dando muy buen resultado. La única cosa a tener en cuenta es cómo repartir el peso dentro de la maleta, porque si la carga está descompensada, la maleta tiende a moverse en diagonal a pesar de que tiene cuatro ruedas. Al principio pensé que era un defecto y como la maleta estaba en garantía pedí unas ruedas nuevas que la empresa me envió sin cobrarme nada por ellas. Cuando instalé las ruedas nuevas, vi que no era cosa de las ruedas sino de cómo repartir el peso por dentro para que no se desvíe al llevarla.

Alojamientos superhosteros

Como mi dieta con SIBO es muy, pero que muy estricta, los hoteles los tenemos descartados por completo. Para cualquier viaje buscamos un AirBnB o un apartamento que sí o sí debe tener una cocina y a ser posible con un buen horno. Estuvimos en una casa-árbol preciosa en Austria sin agua corriente y con una cocina muy rudimentaria y debo reconocer que fue bastante challenging.

Por eso, mejor una cocina bien equipada de algún Superhost de AirBnB o un apartamento con buenas recensiones en cuanto a la limpieza, que ya nos hemos dado algún susto en un apartamento que no quiero ni recordar: lo reservamos aunque no tenía ningún comentario ni valoraciones, nos fiamos… y nos salió rana. Así que para el alojamiento nos orientamos mucho por las experiencias de los demás y ahí no escatimamos si un sitio cuesta un poco más pero la cocina y la higiene del apartamento dan buena impresión.

Empieza el viaje… en la carnicería

Con SIBO, la rutina de viaje nos lleva a buscar, en primer lugar, la carnicería más próxima para hacer acopio de carne. Incluso en sitios un poco más remotos hemos sido capaces de encontrar un carnicería local donde comprar carne picada, pollo y dos filetes de ternera. Con eso ya tenemos para unas cuantas comidas. El siguiente paso es ir a por patatas, huevos, pimientos amarillos y con un poco de suerte algún producto lácteo sin lactosa.

En algunos viajes, si alquilamos un coche o si nos organizamos bien con el equipaje, nos llevamos de casa algunos productos sin gluten, como pasta, quinoa* o pan que me hago yo misma. La mantequilla también se puede comprar en todas partes, pero la mermelada que yo tomo y mi adorada mus de macadamia* son muy difíciles de encontrar, así que también se vienen en la maleta. A día de hoy viajo con más comida que con ropa en mi equipaje.

Con este primer avituallamiento ya tenemos para empezar tranquilos el viaje y organizar con calma las excursiones y visitas que queramos hacer. Dependiendo del tipo de viaje y de dónde esté el apartamento, la comida del mediodía la hacemos en casa. Pero si queremos hacer algo más a las afueras o en la naturaleza, nos organizamos de otra manera. ¡Arriba esos termos!

Comer fuera con SIBO

Si tu SIBO no es muy severo o tus reacciones alérgicas no son demasiado acuciantes, puedes disfrutar de alguna de las comidas en los restaurantes y bares locales. Por ejemplo, en Viena tuve la oportunidad de comer en el restaurante Zum Wohl que es para celíacos donde cocinan todo sin gluten y sin lactosa. Allí me pedí una hamburguesa sin el pan y unas patatas fritas. Eso nos solucionó la comida del mediodía en el viaje.

En Viena también descubrí un café que se llama Allergikercafe, donde pedí unos gofres sin nada de acompañamiento y a pesar de estar así de pelaos me supieron muy ricos y no me hicieron ninguna reacción. Por eso, vale la pena informarse de antemano qué restaurantes hay en el sitio al que vas. Por ejemplo, si en la carta ofrecen platos sin gluten, es señal de que saben cocinar de acuerdo a algunas alergias y se esforzarán para que disfrutes de la comida.

Cuando estamos de viaje y paramos en un café o en un bar, me pido un agua sin gas, que es bastante aburrido, pero es lo menos arriesgado, o pruebo suerte con un té de jengibre fresco. Esto al principio no lo toleraba, fui tomando en casa té de jengibre con trocitos muy chiquititos y luego iba aumentando la cantidad hasta que el cuerpo lo ha acabado asimilando.

Otra de las cosas que pido en invierno es un agua caliente con limón, y aquí te arriesgas más porque algo que parece tan sencillo puede servirse de mil maneras. En Copenhague pedí un agua caliente con limón y me trajeron una taza con agua caliente, sí, pero con dos trozos de limón triangulares y con cáscara flotando tan ricamente en la taza. Yo me lo esperaba de otra manera, pero no hay quien pare a las mentes creativas del mundo gastronómico.

Una solución para mí ha sido llevarme el jengibre fresco cortado en un tupper. Encontré unos tupper diminutos* de la marca sistema y me encantan. Caben en cualquier lado y también van genial también para meter orégano o un poco de mantequilla para untar las tortitas de maíz o arroz. Con mi jengibre fresco ya cortado, pido un agua caliente en la barra, ya sea del aeropuerto o de un bar, lo saco del tupper, lo pongo en la taza y voilá, ya tengo mi té de jengibre listo.

¡No dejes que nada te frene!

Siempre pienso que el SIBO será solo una época de mi vida y que más adelante podré volver a un ritmo algo más normal o más parecido al que llevaba a.d.S. Mientras, me busco mis formas de poder seguir viajando casi siempre acompañada de mi marido que es la persona más flexible del mundo y se adapta a cualquier circunstancia con y sin mi SIBO de por medio. La buena compañía al final es mucho más importante que la comida.

En resumen, viajar sigue siendo una de mis actividades preferidas, sin duda. El SIBO convierte la experiencia en algo menos espontáneo pero no menos interesante. Si estás en un caso similar al mío, intenta que la comida no te impida demasiado disfrutar de todo aquello que quieras hacer. ¡Que nada te frene en tus viajes!

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